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PRINCIPIOS DE ACCIÓN VÁLIDA No.3

 



ACCIÓN OPORTUNA


"No te opongas a una gran fuerza. Retrocede hasta que aquella se debilite, entonces, avanza con resolución"



Este Principio NO dice que uno deba retroceder ante pequeños inconvenientes. Sabemos que el proceso evolutivo requiere sobreponerse continuamente a las resistencias y dificultades, enfrentándolas y resolviéndolas. Es únicamente frente a fuerzas que son superiores a nosotros que retrocedemos y esperamos a un momento más favorable para actuar. 


Cuando Napoleón invadió Rusia con una armada poderosísima, tratando de lograr la victoria en una sola batalla.  La armada rusa era muy débil comparada con la francesa.  Consientes de su debilidad, los rusos no pelearon contra los franceses, sino que se retiraron del campo de batalla y mientras tanto quemaban las casas, las cosechas etc., dejando a los franceses sin comida ni techo.  Al avance de la armada francesa, suplir sus necesidades se hacía más difícil.  Los rusos se dieron cuenta que tenían un arma poderosísima, el terrible invierno ruso.  En el invierno, cuando la armada francesa estuvo suficientemente débil los rusos peleaban victoriosamente.


Podemos distinguir dos tipos de fuerzas: la una conduce su fuerza hacia la inercia y la otra hacia el movimiento.  En el primer caso, podemos considerar los hábitos de costumbre o tradiciones que se han vuelto fuertes con el paso de los años; modificarlas de un día para otro es imposible. Para poder cambiar estos fuertes hábitos y costumbres, primero tenemos que estar conscientes de ellos, luego podremos lentamente producir modificaciones. La otra fuerza que lleva hacia el movimiento pueden ser aquellos momentos de extremada angustia a un nivel personal, donde se hace necesario actuar de inmediato.



Un famoso cuento Árabe nos ilustrará respecto a este Principio.


En cierto lugar había un pescador viejo, padre de tres niños y sumamente pobre.


Tenía la costumbre de echar las redes al agua solamente cuatro veces cada día.  Un día ocurrió algo inesperado. Después de rastrear el río dos veces en vano, de pronto experimentó gran alegría al darse cuenta que, a la tercera vez, la red pesaba mucho, tanto que apenas si podía recogerla. Pero su desencanto fue terrible cuando vio que todo lo que había pescado era un asno muerto que alguien malintencionado, había arrojado al agua.  Se lamentó de su desgracia vociferando, y  cuando se disponía a soltar la red por cuarta ocasión dijo:


La bondad de Alá es infinita. Puede ser que ahora si tendré suerte !


Cuando arrastró la red notó de nuevo que pesaba mucho, y al abrirla encontró una inmensa copa cerrada con una chapa de metal.  Apartó la cerradura y vació la copa que estaba llena de barro, la observó por todos lados y pensó en llevársela a casa para luego venderla a algún fundidor.  Más, he aquí que en ese instante empezó a salir de la copa una columna de humo que fue agrandándose y espesándose hasta tomar la forma de un Genio de proporciones gigantescas; su frente era tal alta como una cúpula, manos grandes con uñas  como arados de labranza; su boca  inmensa u negra como una caverna; sus ojos brillantes y llameantes de fuego, y sus piernas eran tan grandes como árboles.


Ante la vista de aquel monstruo, el pescador temblaba de miedo e intentó escapar, pero en ese momento se dejó escuchar la voz de Efrit, terrible e imponente como un trueno, y  le paralizó el miedo.


El Efrit dijo -  “No hay más Dios que Alá y Salomón es su bendito profeta! - y luego añadió -  Oh! Tu gran Salomón! Profeta de Alá, mandadme, disponed de mí y os obedeceré sin tardanza.”


- Oh Genio poderoso!  - replicó el pescador - ¿qué estás diciendo?  Acaso no sabes que Salomón ha muerto hace ya más de 1.800 años?  ¿Acaso ignoras que un día llegó Mahoma y El es el Santo Profeta de Alá?   ¿Pretendes burlarte de mí al llamarme Salomón o es qué estás loco?


¿Qué estoy  loco?  Por Alá te juro que si vuelves a insultarme habré de darte muerte!


- ¿Serías capaz de hacerlo, oh Genio, después de haberte yo liberado de la prisión donde estabas?


Escucha mi historia, pescador,  - dijo el Efrit - y entenderás que mi amenaza es justa.

“Has de saber que soy un genio rebelde.  Mi nombre es Shar el Genio; todos los de mi especie juraron obediencia a Salomón, menos yo, que escapé para no someterme a él. Pero un visir que envió me apresó y me condujo encadenado a su presencia.  Cuando estuve frente a él me pidió que aceptara su religión.  Yo me negué, entonces fue cuando mandó encerrarme en esta copa en la cual me hallaste.  Luego cerró la copa con su sello y dispuso que la arrojaran al mar.  Dentro mi estrecha prisión prometí durante los primeros cien años que haría inmortal al hombre que me liberase.  Pero nadie me liberó.  Durante el segundo siglo pensé en hacer dueño de ricos tesoros a quien llegase en mi auxilio y me diese libertad.  Más nadie llegó.  En la tercera centuria prometí que el hombre que me libertase tendría todo mi poder, mi Sabiduría y mi fuerza; pero todo fue en vano.  Entonces, dando libre salida a toda mi cólera, juré que mataría al hombre que me devolviese la libertad.  Ese hombre eres tú, y nadie te librará de mi venganza”.


- Pero si me matas, oh Genio!  - repuso el pescador -  Cometerás una criminal injusticia que Alá nunca te perdonará, ya que pagas con un asesinato el bien que te hice poniéndote  en libertad.   Piensa además que soy casado y tengo tres hijos que me necesitan, pues aun no pueden valerse por sí mismos.


Nada parecía ablandar al despiadado Efrit, cuyo rostro inmenso iba cada momento poniéndose más feroz y aterrador. El pescador entonces, comprendió que su vida dependía de su ingenio, y, como era astuto,  ideó una estrategia a la cual se aferró como el náufrago a la tabla que ve pasar a su lado sobre el lomo de una ola y es su único y último recurso.

-  ¿Genio, estás realmente decidido a darme muerte? - preguntó el pescador.


- Claro que si - respondió el gigante monstruo.


-  Pues  bien; antes de que cometa semejante injusticia, desearías que me sacaras de una duda que tengo.


- Habla pronto pues no tengo tiempo que perder.  - dijo el Genio.


Tú dices que estabas dentro de esa copa, pero eso no es cierto,  ¿Cómo podrías caber en ella siendo tu tan grande, si apenas cabe una de mis manos?  Solo viéndolo podría creerlo.


-  Ah!  Eso quiere decir que me estás tratando de mentiroso, eh!  Pues bien, te lo demostraré pero luego de esto habré de matarte con más gusto todavía, pescador incrédulo y desconfiado.


El Genio comenzó entonces a disolverse en humo, hasta que solo quedó una especie de espiral que entró en la copa y desapareció totalmente.  Dentro de la copa se escuchó una voz que decía”


-  ¿Te convences ahora?  Oh, pescador desconfiado!


Como única respuesta el pescador procedió colocar rápidamente la tapa en la copa tal como la había encontrado.  El Genio al verse encerrado nuevamente, gritó y amenazó primero, luego suplicó; pero el pescador no hizo caso de amenazas ni de súplicas, y tomando la copa aparentó que la iba a  arrojar de nuevo al agua.


- No  por favor, no lo hagas, te daré lo que desees, lo prometo. - dijo el  Efrit.


De este modo el pescador arrancó al Genio un renovado juramento que este hubo de cumplir al recobrar la libertad haciéndole inmensamente rico.





Cuando queremos producir un cambio, en vez de actuar irracionalmente tratando de imponernos a la fuerza, podemos pensar y encontrar cual es el medio adecuado que se debe usar, donde y cuando aplicarlo. Debemos encontrar cuáles son los puntos débiles de las fuerzas que tenemos que superar y actuar sobre ellos.

El problema aparece cuando no se sabe anticipadamente quien tiene más fuerza, si nosotros o la dificultad.  Esto habrá de comprobarse tomando pequeñas “muestras”, es decir, haciendo pequeñas confrontaciones que no comprometan totalmente la situación y que dejen suficiente espacio para cambiar de postura si esta fuese insostenible. Antiguamente se hablaba de “prudencia”; esa era una idea muy aproximada a la que estamos explicando. Pero hay otro punto: ¿en qué momento avanzar? ¿Cuándo podemos estar seguros de que el obstáculo se ha reducido en fuerza opositora, o bien, en qué momento hemos ganado nosotros en fuerza?  Vale para esto la misma idea de tomar “muestras”, en cada oportunidad, haciendo pequeños intentos, no definitivos.


Cuando la fuerza está a nuestro favor y el inconveniente se ha debilitado, el avance debe ser total. No se debe ya guardar reservas en tal oportunidad, pues esto sería poner en peligro el triunfo.  Es preciso arremeter con toda la energía disponible. Una vez alcanzada la fuerza que se necesita para producir un cambio, avanzamos con resolución.



Mecanismos de la mente, costumbres y creencias que van contra este Principio.


1. Cuando nos enfrentamos a un problema nos sentimos ansiosos y queremos resolverlo forzando, olvidando que cada proceso requiere varios pasos.


2. Algunas veces tenemos una imagen equivocada acerca de nosotros, y creemos que somos capaces de hacer más de lo que realmente podemos hacer.  


3. La gente cree que algunos logros se obtienen sin esfuerzo, únicamente haciendo una acción valiente en un momento particular. Quieren volverse millonarios con su primer negocio, o querer ser famosos con su primer libro. Olvidan que esos logros requieren paciencia, trabajo y esfuerzo consciente.



YOGACHARYA JAIRO MEZA