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PRINCIPIOS DE ACCIÓN VÁLIDA No.7




SATISFACCIÓN


«Si persigues un fin te encadenas. Si todo lo haces como un fin en sí mismo, te liberas»


Cuando perseguimos un fin no estamos en el presente, sino preocupados en el momento en que lograremos el fin. El presente se vuelve provisional y creemos que vamos a ser felices una vez que logremos el propósito en el futuro. De esta forma posponemos la felicidad para mañana. Cuando somos estudiantes, no estamos completamente interesados en nuestros estudios, sino que los consideramos un medio para obtener un grado. Vivir en nuestra casa también parece provisional, creemos que vamos a tener una vida diferente cuando nos mudemos a una casa mejor. 

De esta forma aplazamos muchos proyectos para un momento futuro en el que estemos en una situación ideal: trabajo ideal, casa ideal, situación económica ideal, etc. Pero la situación perfecta nunca llega; aunque la tenemos aquí y ahora. Debemos entender que todo está en continuo cambio, nosotros, la gente, las situaciones externas, y es ilusorio pretender que podamos lograr una estabilidad externa. Las situaciones externas están siempre cambiando, pero podremos lograr cierta estabilidad interna desde la cual podemos actuar. No debemos posponer nuestros proyectos hasta el momento en que vivamos en una casa más amplia o hasta que tengamos dinero. Porque siempre habrá una razón u otra para posponer nuestros proyectos. Debemos empezar a actuar ahora usando las posibilidades que tenemos hasta agotarlas. Además, las acciones que hagamos hoy serán las semillas que cosecharemos mañana. La cosecha es el resultado de todas las acciones previas. Es hoy, que estamos construyendo nuestro futuro, el mañana será el resultado de las acciones presentes.


Hemos traído dos cuentos cuya moraleja es bien aleccionadora para ilustrar este Principio.  Las historias describen los problemas que se presentan cuando no se tiene en cuenta lo inmediato por considerar solamente el objetivo distante de la situación actual.

"Cierto día una lechera llevaba sobre su cabeza un gran jarrón de leche para venderlo en el mercado del pueblo vecino.

Mientras caminaba,  pensaba de la manera siguiente:  “Aquí llevo un jarrón lleno de leche. Si viene una carestía obtendré por el cien rupias.  Con esa suma podré comprar dos chivas.  Cada seis meses tendrán dos chivas más.  Después de las chivas, vacas; cuando las vacas tengan crías, venderé los terneros.  Después compraré búfalos, luego yeguas.  Las yeguas me darán abundantes caballos.  La venta de estos me daré abundante oro.  Con el oro compraré una gran casa con un patio interior.  Entonces vendrá alguien a mi casa quien se presentará con una dote abundante, de acuerdo a mi posición y nos casaremos.  Tendremos un hermoso hijo al que llamaremos señor Luna.  Cuando tenga edad vendrá corriendo hacia mí y se acercará demasiado a los caballos.  Entonces le reprenderé y llamaré a su padre para que saque a los caballos, pero como él andará ocupado en sus cosas,  quizá no lo hará.  Entonces  yo me acercaré a ellos y los sacaré a puntapiés.......”

En ese momento, la lechera dio un mal paso en el camino, al tropezar su pié contra una piedra que no logró ver, tan  ilusionada y distraída como estaba en su enseño.  El jarrón cayó de su cabeza estrellándose contra  el suelo  y derramándose todo su contenido."


El otro cuento dice así: 

El rico industrial del Norte se horrorizó cuando vio a un pescador del Sur tranquilamente recostado contra su barca y fumando una pipa.

- «¿Por qué no has salido a pescar?», le preguntó el industrial.

- «Porque ya he pescado bastante por hoy», respondió el pescador.

- «¿Y por qué no pescas más de lo que necesitas?», insistió el industrial.

- «¿Y qué iba a hacer con ello?», preguntó a su vez el pescador.

- «Ganarías más dinero», fue la respuesta.

- «De ese modo podrías poner un motor a tu barca. Entonces podrías ir a aguas más profundas y pescar más peces. Entonces ganarías lo suficiente para comprarte unas redes de nylon, con las que obtendrías más peces y más dinero. Pronto ganarías para tener dos barcas... y hasta una verdadera flota. Entonces serías rico, como yo».

- «¿Y qué haría entonces?», preguntó de nuevo el pescador.

- «Podrías sentarte y disfrutar de la vida», respondió el industrial.

- «¿Y qué crees que estoy haciendo en este preciso momento?», respondió el satisfecho pescador.





El Principio no está diciendo que uno no debe tener objetivos en la vida. Los objetivos son necesarios y el plan de cualquier actividad se basa en ellos. Pero cuando perseguimos un fin obsesivamente, nuestra mente está enfocada en el futuro y perdemos flexibilidad e inteligencia para realizar las acciones presentes eficientemente y guiar nuestras acciones en la dirección correcta.


Mecanismos de la mente que van contra este Principio:

-Tenemos un fuerte deseo de poseer nuestro propósito rápidamente, pensado que una vez que lo tengamos seremos felices. Pero una vez que lo obtenemos, aparece otro y empieza de nuevo la ansiedad por conseguirlo.

- Cuando queremos estudiar algo, saturamos la mente con una gran cantidad de información sobre un tema para estar bien calificados. Conocer todo antes de empezar a actuar. Pero olvidamos que la experiencia es la mejor de las maestras. Conocimiento y acción deben ir juntos, sino se crea un desajuste que produce contradicción.

-Algunas personas fijan metas lejos de su realidad, y cuando tratan de alcanzarlas, el abismo entre lo que son y lo que quieren ser, los desilusiona.


Si dominados por la ansiedad de llegar a la cima de la montaña, caminamos impacientes y presurosos, no disfrutaremos ni del paisaje ni de otras bellezas del camino. Si observamos que otros van llegando antes, nos disgustamos y aumenta nuestra ansiedad. A veces no disfrutamos del viaje por estar pensado solo en el destino. Este Principio nos enseña a obtener beneficio inmediato de toda situación intermedia, mientras marchamos hacia el logro de una meta. Todos los pasos hacia un fin, deben considerarse y vivirse del modo más constructivo y placentero posible. De otra manera, cualquier actividad previa al logro de la meta produce sufrimiento y desgaste de energías; y si logramos el fin, este pierde sentido debido al costo vital que representó.


YOGACHARYA JAIRO MEZA