COMPRENSIÓN
“Harás desaparecer tus conflictos cuando los comprendas en su causa raíz, no cuando quieras resolverlos”
En el curso de la vida, todos nos encontramos con inconvenientes, dificultades o problemas que tenemos que superar. No hay nada malo con esto, al contrario, le dan cierto sabor a la vida. Sin embargo, un conflicto es algo diferente, porque nos pone en una situación sin solución y nos paraliza en nuestro proceso evolutivo. Hay diferentes tipos de conflictos pero muchos de ellos se experimentan como una división interna en la cual una parte de nuestro ser va en una dirección y la otra en otra dirección. En esta situación ninguna posibilidad puede satisfacernos. La única solución real de un conflicto es entender su raíz. Solo cuando pase esto, se disolverá la contradicción. Por lo tanto, algo que no ha sido entendido permanece como un interrogante, desconectado de toda la estructura de la mente. Este interrogante perturba la mente hasta el momento del entendimiento. Cuando entendemos algo sentimos que encaja perfectamente con nuestra imagen mental. Luego, adquirimos una visión más global, y una nueva comprensión toma lugar.
Muchas veces, cuando enfrentamos un conflicto, solemos aplicar remedios parciales o soluciones superficiales. Esto no hace más que disfrazar la realidad produciendo una sensación temporal de armonía, pero el conflicto permanece dado que su causa no ha sido erradicada. Se entiende que siempre existirá el peligro de una nueva crisis, la cual será cada vez peor.
Ilustremos este principio con un cuento que nos sirva de ejemplo.
En un caluroso día de verano, Siddhartha Gautama estaba atravesando un bosque junto a su principal discípulo, Ananda. Sediento, el Buda se dirigió a su acompañante:
-Ananda, hace algo más de una hora cruzamos un arroyo. Por favor, toma mi cuenco y tráeme un poco de agua. Me siento muy cansado — el Buda había envejecido.
Así lo hizo Ananda. Deshizo sus pasos, pero cuando llegó al arroyo, acababan de cruzarlo unas carretas tiradas por bueyes que habían removido las hojas muertas y el cieno, enturbiado el agua y convirtiéndolo en un lodazal. Este agua ya no se podía beber; estaba demasiado sucia. Así que Ananda regresó junto a su maestro, con el cuenco vacío.
-Tendrás que esperar un poco — dijo Ananda — . Iré por delante. He oído que a sólo cuatro o cinco kilómetros de aquí hay un gran río. Traeré el agua de allí.
Pero Buda insistió:
-Regresa y tráeme el agua de ese arroyo.
Ananda quedó perplejo, no podía entender la insistencia, pero si su maestro lo solicitaba, él, como discípulo, debía obedecer. Así que volvió a tomar el cuenco en sus manos y se dispuso a iniciar el camino de regreso al arroyo.
-Y no regreses si el agua sigue estando sucia — dijo Buda — . No hagas nada, no te metas en el arroyo. Simplemente siéntate en la orilla en silencio y observa. Antes o después el agua volverá a aclararse, y entonces podrás llenar el cuenco.
Molesto, Ananda volvió hasta allí, descubriendo que su maestro tenía razón. Aunque aún seguía algo turbia, el agua estaba visiblemente más clara. De modo que se sentó en la orilla, observando pacientemente el flujo del río.
Poco a poco, el agua se tornó cristalina. Ananda tomó el cuenco y lo llenó de agua, y mientras lo hacía, comprendió que había un mensaje en todo esto. Ahora podía comprender.
Rebosante de júbilo, Ananda regresó bailando hasta donde estaba Buda, entregándole el cuenco y postrándose a los pies de su maestro para darle las gracias.
-Soy yo quien debería darte las gracias, me has traído el agua — dijo Buda.
-Volví enojado al río — contestó Ananda — , pero sentado en la orilla, he visto como mi mente se aclaraba, al igual que el agua del arroyo. Si hubiera entrado en la corriente, se habría enturbiado de nuevo. Si salto dentro de la mente, genero confusión, empiezan a aparecer problemas. He comprendido que puedo sentarme en la orilla de mi mente, observando todo lo que arrastra: sus hojas muertas, sus dolores, sus heridas, sus deseos… Despreocupado y atento, me sentaré en la orilla y esperaré hasta que se aclare. Por eso, maestro, yo te doy las gracias.
Para resolver un conflicto, debemos mirarlo desde afuera, con una visión detallada. Luego, podemos entender la imagen completa. Por ejemplo, una rata es atrapada por un investigador en un laberinto; continúa moviéndose en círculo por largo tiempo, incapaz de encontrar la salida. Pero para el investigador que está observando desde afuera y puede ver todo el laberinto, la solución parece muy fácil. Similarmente, una terrible contradicción nos parece así de simple, una vez que es resuelta y la miramos de una forma detallada.
Un conflicto tiene dos partes: la raíz que es interna y la manifestación externa de él. Cuando alguien hace un comentario que nos hace sentir mal, no podemos decir que el problema es causado por el comentario. Más bien debemos entender que este comentario tocó un punto débil de nuestra personalidad. Insultamos a la otra persona, ó tratamos de encontrar el error en nosotros mismos. Generalmente, parece mucho más fácil echarle la culpa a los otros ó al medio ambiente por nuestro problema.
Noten que este Principio no dice que uno debe dejar de actuar para resolver los problemas. Necesitamos condiciones externas favorables para nuestra evolución, pero no debemos olvidar que la evolución es interna y los objetos materiales únicamente pueden ayudarnos como un medio.
Mecanismos de la mente, creencias sociales y costumbres que van contra el Principio.
-Cuando estamos en un conflicto, tratamos de solucionarlo rápidamente, motivados por la urgencia de salir rápido del problema. Entonces tomamos decisiones sin reflexionar suficientemente y agravando la contradicción.
-En nuestra sociedad vivimos fuera de nosotros y difícilmente sabemos qué es lo que ocurre dentro de nosotros. Naturalmente, cuando nos enfrentamos a un conflicto también tratamos de buscar soluciones externas.
-La gente trata de buscar soluciones fáciles para sus conflictos. Toman toda clase de drogas para reducir sus tensiones, para aliviar el dolor de cabeza, para dormir, sin preocuparse por descubrir la raíz de sus problemas.
Ahora bien, una persona puede entender intelectualmente cuál es la raíz de sus conflictos, pero esto no producirá ningún cambio a menos que emocionalmente sienta el impacto de su comprensión. Un entendimiento verdadero conmociona todo el ser de la persona, y las resoluciones toman lugar en tales situaciones.
YOGACHARYA JAIRO MEZA